La Violencia Política en Europa en el siglo XX


De la Reyerta a la Revolución. La violencia política en Europa en el siglo XX



El presente texto parte de los acontecimientos ocurridos en la Albania de 1997, de lo sucedido, el autor  analiza  las creencias y teorías que durante décadas tenía la violencia colectiva. Estas ideas aún vivas son consideradas en cinco: La violencia colectiva parte de la miseria y la marginación, al conectarse con la injusticia  se produce la existencia de la dominación, explotación  u opresión. También estas ideas aún vivas nos dice que la violencia colectiva carece de sentido por lo tanto es irracional, está asociada a situaciones de atraso pre modernas o se asocia con los problemas de la “modernización tardía”.


Frente a estas respuestas la violencia colectiva se presenta como un fenómeno histórico, que al igual que los cambios sociales tiene un alcance internacional, donde su localización se dará en diferentes partes del mundo. Es asimismo un fenómeno político porque afecta directa e indirectamente el funcionamiento de los estados y  en conclusión como un fenómeno pluridimensional al presentarse diversas formas como el ataque  y la destrucción de bienes, y los enfrentamientos generalizados.
A diferencia de la conflictividad configurada en la organización del Estado, es decir, de la producción y el trabajo,  la participación del sistema político juntamente con el reconocimiento de derechos constituyen el núcleo de la conflictividad, y en las personas ésta conflictividad ha respondido  los conflictos de diferente manera, sin obviar que ésta proviene del conflicto social  y provoca a la vez conflicto y, que variedades de conflictos.
El autor nos dice que ha existido una  creencia muy extendida al pensar que la violencia colectiva es respuesta directa de los conflictos más duros existentes en la sociedad. En esa línea se consideraba que la injusticia, la pobreza, el hambre, etc. daban  inicio de acciones violentas que la persona y el conjunto lo padecían. Otra es la respuesta de las investigaciones sobre el tema, puesto que sostiene que los conflictos han existido siempre, variando en su naturaleza y   da  la existencia de recursos  disponibles donde los protagonistas pueden efectuar estas acciones. Por lo tanto, la justicia se transforma en movilización y enfrentamiento cuando los protagonistas tienen los recursos disponibles y las capacidades en relación a un marco político concreto.
El centro de todo es que la violencia colectiva forma parte de la acción colectiva, por lo tanto, la política de enfrentamiento. Va a constituir un recurso útil para la distribución del poder, puede ser o bien protagonista o cumplir un papel más bajo en un enfrentamiento. Hay que tener en cuenta que la violencia colectiva es política porque afecta a la organización y funcionamiento de la sociedad desde el régimen político y de las políticas gubernamentales, desde las autoridades del estado o de su administración.
La violencia colectiva se encuentra inmersa en las políticas de enfrentamiento del siglo XX  y sus formas han variado históricamente según los regímenes políticos de distinta naturaleza, en ese sentido las condiciones para llevar acabo la política de manifestación son diferentes. El autor  considera que las guerras también promueven marcos políticos concretos planteando reclamaciones colectivas que trae como consecuencia la expresión de violencia.
A manera de enterarnos del objetivo del texto, el autor nos dice: “… va a plantear el análisis de las características y las variaciones históricas de diferentes interacciones sociales a partir de los protagonistas, las redes sociales de comunicación y los espacios disponibles, las  definiciones compartidas de la violencia, las oportunidades para actuar y, por último, las formas de acción violenta”.
 A todo esto los gobiernos son protagonistas de primera instancia de los potenciales enfrentamientos, sin dejar de considerar que los principales especialistas en el ejercicio de la violencia han sido los ejércitos, desde el siglo XVIII, puesto que han sido los encargados de defender las fronteras de un estado. Durante el proceso del siglo XX el ejército ha sido sustituido en labores de control  por organizaciones policiales con mandos, reglamentos y jurisdicciones específicas.


Casos singulares se ha dado en situaciones de términos de guerras o las invasiones, en ese caso la violencia colectiva realizada por la guerrillas o los frentes de liberación nacional han llegado a su extensión, integrándose en los nuevos ejércitos nacionales, convirtiéndose en organizaciones clandestinas o disolviéndose por la falta de una orientación política.
En relación a las personas que se movilizan, estas se encuentran bien integradas en redes sociales que no necesariamente tenga que ser partidos políticos, agrupaciones formales grades o estables, sino todo lo contrario pequeños e informales y de poca visibilidad política. El estudio también lleva que las personas que no comparten algún tipo de organización, es decir, no está integrada  en cualquier tipo integral de red  carecen de las capacidades para actuar de manera colectiva, violenta o no.
El autor nos dice que existe cuatro tipos de escenarios geográficos donde tienen la mayor parte la violencia colectiva: Un espacio para el enfrentamiento en general, en el que se plantea en manera colectiva, publica, conflictiva las reclamaciones más diversa, otro espacio para el control policial de la movilización, ósea, lugares y recorridos ocupados por las fuerzas de orden público para la vigilancia, prevención y represión. Espacios de seguridad o zonas de libertad, utilizados para protegerse de la intervención de las autoridades y por último, los espacios simbólicos para los diferentes contrincantes, es decir, calles, plazas monumentos etc.
El   texto hace referencia  sobre la legitimidad o ilegitimidad de  la violencia colectiva, donde son los gobiernos quienes consideran que su uso es legítimo, teniendo a las fuerzas armadas como sostén del orden establecido. Ese monopolio de la violencia es único para el Estado, prohibiendo a otros grupos e instituciones ejercerlas de la misma naturaleza. Posteriormente surgen dos problemas  acerca de la legitimidad del uso de la violencia estatal en el siglo XX: El primero tiene que ver con la autorización y legalización de organizaciones armadas no estatales en determinados procesos políticos. El segundo problema proviene de las definiciones que elaboran o recogen gobiernos y cuerpos policiales sobre la legitimidad de la protesta de las poblaciones bajo su jurisdicción.
 El conjunto de las acciones violentas encuadradas en el control policial se acentúa cuando los gobiernos califican a algunos opositores como subversivos, indeseables, disolventes, antisistema, etc. Además las fuerzas policiales siguen su afán de deslegitimar la acción de los opositores al considerar como degenerados, manipulados,  marginados, etc. minimizando la exposición de sus demandas. Peor es todavía cuando son tratadas las fuerzas armadas como “fuerza” y la acción de los opositores la calificación  de violencia irracional. El caso inverso de esa definición es la cultura de la no violencia, es allí donde la resolución de los conflictos entre Estados se hace a través de la negociación y el arbitraje, sin recurrir al uso de las armas, un ejemplo clásico lo tenemos en la India de Gandhi. Esta demostración de no violencia significa la renuncia expresa y voluntaria al ejercicio de la violencia, pero no indica que el adversario  deje de utilizarla para los opositores.
El autor considera que la violencia legítima o ilegitima se ha mostrado como elementos insuficientes para su análisis.
El texto indica que Charles Tilly considera que la violencia política  en los regímenes políticos donde varia su  grado de democratización y su nivel de capacidad para controlar el territorio y la organización de los Estados, presenta cuatro tipos diferentes: La violencia colectiva es menor que los demás casos, cuando son regímenes democráticos y Estados con grandes capacidades; en países con regímenes democráticos pero estados con escasa capacidad de controlar a la población, la violencia colectiva no ha alcanzado cotas mayores en situaciones gubernamentales de la misma obligación que la anterior. En los países con regímenes no democráticos y Estados con grandes capacidades, la violencia y la amenaza de su uso alcanzan mayores niveles que en los regímenes democráticos y por último en países con regímenes no democráticos y Estados sin capacidades o estas son mínimas existen mayores niveles de violencia que en los casos anteriores.
Cuando un Estado tiene más capacidad de control en la población entonces la represión policial será sistemática y selectiva, pero en los casos cuando los Estados tienen escasa capacidad la represión puede ser indiscriminada. Los cambios sociales durante los últimos tres siglos ha tenido una influencia indirecta en la acción  de la violencia colectiva, en el sentido de transformar a los protagonistas, las redes sociales de comunicación las definiciones compartidas de la realidad, las oportunidades y las formas de acción. Lo que constituye un recurso sustancial en manos de los participantes en la violencia colectiva.


Casi terminando el texto el autor considera que las formas de protesta en Europa han cambiado,  tomando como referencia, los tres últimos siglos. En ese sentido la violencia colectiva  del mundo contemporáneo se configura en diferentes culturas de enfrentamiento. Las razones se pueden ubicar por los procesos de urbanización, industrialización, extensión de la información, consolidación de los Estados  y la ampliación de la competencia política, etc. Independiente de los distintos tipos de enfrentamientos bélicos, las nuevas tienen en común que no necesitan del recurso de la violencia para ponerse en práctica.

Ahora las formas de cómo se manifiesta la violencia colectiva varían en relación  a la escala local, regional, central o internacional. Estas nos dice el autor que se presenta en tres formas: La primera es la forma convencional donde se disfruta de la legalidad en los regímenes democráticos por su carácter rutinario la encontramos en las huelgas, marchas, manifestaciones, asambleas, etc. La segunda la encontramos como violencia colectiva con el nombre de movilizaciones transgresoras, es decir, actuaciones con frecuencias no violentas de parte de los grupos desafiantes. Su naturaleza de ilegalidad provoca la reacción violenta de   adversarios y policías, ejemplos de estas las tenemos en, huelgas ilegales, generales, piquetes contra el esquirolaje, bloqueo de puertas de acceso, ocupaciones de talleres, bloqueo de vías de comunicación, etc. Para cerrar esta parte del texto tenemos la violencia colectiva a partir de formas de movilización que con acciones violentas por parte e iniciativa de los grupos desafiantes. En este grupo tenemos desde la forma de violencia leve contra la propiedad privada (rotura de cristales, lanzamiento de bombas molotov, etc.) y las formas de violencia graves como asaltos a panaderías, sabotaje, retenciones y secuestros de  personas, agresiones con armas, etc.
Entre otros grupos tenemos a los más desafiantes aquellos que han partido desde la iniciativa exclusivamente de organizaciones clandestinas, haciendo una labor de  agresión violenta intolerable , con un extremismo ideológico lo que caracteriza su acción terrorista por el cual se les suele llamar terroristas. No se quedan atrás otros grupos especializados que emplean la violencia denominada mafias, bandas armadas que haciendo uso de su “poder” intimidan, extorsionan, dando protección y fuerzan acuerdos con parte de la población y las autoridades convirtiendo a sus líderes en dirigentes políticos. También tenemos en el texto que los conflictos de baja intensidad son denominaciones de formas de violencia que enfrenta gobiernos y organizaciones clandestinas afectando a otros grupos de la población.
A manera de conclusión el autor nos dice:
“ … el mayor cómputo de víctimas por el despliegue de violencia colectiva se ha producido en las guerras de conquista y entre Estados europeos en la primera mitad del siglo. Al margen de estas experiencias, la violencia generada por las guerras internas y las campañas de aniquilación supera también con amplitud la producida en enfrentamientos violentos durante insurrecciones, ciclos de protesta, procesos de democratización, cambios de régimen y otros procesos políticos más rutinarios. Además, este tipo de enfrentamientos representa un porcentaje mínimo con respecto al conjunto de las movilizaciones para responder a un sinfín de conflictos. La protesta europea del siglo XX se ha pacificado con respecto a siglos anteriores. La violencia colectiva ha variado según el grado de democratización de los regímenes políticos. En los regímenes no democráticos, en cambio, la relación es inversa: a mayor prohibición  y más tolerancia estatal con respecto a las movilizaciones convencionales y transgresoras, mayor nivel de violencia por parte del Estado y, con probabilidad, de diferentes grupos de la población.
En definitiva, acorde con este esquema de argumentación, el caso de la violencia colectiva con Albania durante los primeros meses de 1977 no es excepcional. Allí se produjeron diferentes combinaciones de protagonistas, redes sociales y espacios para la movilización, definiciones compartidas de la violencia, oportunidad para actuar y un conjunto disponible de formas de violencia, que se redujeron de manera notable al llegar la fuerza militar internacional”.


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